“Tendré alas mucho más grandes, para lograr todo…”

May 13, 2021 | Novedades, Testimonios

Virginia Ruffini (37) estudió hotelería, relaciones públicas y coaching. Recibió su primer implante a los 34 y, hace solo un mes atrás, el segundo dispositivo. Ansiosa por comenzar a escuchar en estéreo y ya anticipando los cambios que se vienen, su hipoacusia bilateral jamás fue un impedimento para avanzar.

Nació en Haedo, provincia de Buenos Aires, donde vivió hasta los 18. Luego se mudó a Merlo, San Luis, cambiando así el ruido de la ciudad por la calma serrana. Sin dudas, el cambio fue una excelente decisión para conectarse con ella misma y, además, la ayudó a mejorar su percepción auditiva.

Virginia nació con problemas para escuchar por predisposición genética, pero dos impactos emocionales, uno a los 6 y otros a los 32, terminaron por definir su cuadro: hipoacusia bilateral profunda. Por ello, usó audífonos desde pequeña pero lentamente, dejaron de resultarle útiles. Luego, un muchacho implantado de su pueblo le disipó sus inquietudes y así se animó a la tecnología del implante coclear.

Tras varios trámites, a los 34, conoció al Dr. Eduardo Hocsman, quien le brindó mucho apoyo profesional y personal y la operó del oído izquierdo. Con el tiempo, la experiencia de oír fue tan maravillosa que Virginia se animó a ir por más: hace apenas un mes, se operó de nuevo, de la mano de su doctor, del oído derecho.

“Siempre estuve en el medio, como en el limbo: no soy totalmente oyente ni tampoco sorda, por lo que tengo lo mejor de ambos mundos. Mi hipoacusia ha moldeado mi personalidad para hacerme fuerte a través de los duros desafíos. No sería quien soy sin las experiencias que me ha traído mi sordera”, reflexiona.

Sin embargo, tener los audífonos era como tener alas pequeñas, de pajarito, “ahora que tengo dos implantes tendré alas mucho más grandes, como un cóndor y podré volar alto y tocar el cielo con las manos, para lograr todo lo que me propongo”. Es cierto, suena tan simple y tan enorme a la vez, pero Virginia está concretando sus sueños, paso a paso, escuchando a su corazón.

 

Escuchar, descubrir y crecer

Cursó la primaria en una escuela común y no tuvo inconvenientes, por su perseverancia y el gran acompañamiento que recibió de sus padres. La secundaria fue más difícil, pero no le quitaron las ganas de seguir sus estudios y cursar, en la universidad, su licenciatura en Hotelería y Turismo y la tecnicatura en Relaciones Públicas.

Incansable y estudiosa, en 2014 consiguió el carnet de locutora local del ISER en San Luis. Aunque espera tener su propio programa en la radio, pronto, tiene otro gran sueño por cumplir.

“Siempre tuve el sueño de ser docente porque mis padres lo son, pero quedó truncado debido a la pérdida de audición, que me complicaba ante el manejo de grandes grupos. Lejos de darme por vencida, pienso dedicarme a mi otra pasión y vocación: ayudar a otras personas. Por eso cursé una diplomatura a distancia de coaching y liderazgo emocional. Amo los libros y aprender, es lo que me da desenvolvimiento y seguridad donde quiera que esté. Para los años venideros tengo la intención de seguir capacitándome en idiomas, terapias alternativas y otras carreras humanísticas”, dice Virginia.

 El camino recorrido es desafiante pero las expectativas se van cumpliendo. Y la joven locutora lo sabe muy bien.

“Mis padres, mis amigos y los docentes me brindan su cariño y contención para sentirme incluida. En forma gradual, capto cada vez más sonidos, incluso ya puedo hablar por celular”, explica.

Algunas situaciones comunes, de la vida cotidiana, que muchas veces damos por sentadas, para Virginia son todo un descubrimiento: “es sorprendente escuchar el viento, el aleteo de una paloma o el tic tac de un reloj. A nivel conversacional, es un poco más complicado, porque no toda la gente tiene la misma voz, no todos tienen la misma dicción ni la paciencia o la empatía para comprender las necesidades ante un discapacitado auditivo”.

Siempre hay desafíos, pero las alegrías son enormes pues la adquisición del implante para Virginia fue un antes y un después. “Me cambió la vida para siempre y para bien. Mi autoestima mejoró muchísimo, me relaciono exitosamente con la gente y estoy cada día más feliz de haber decidido implantarme. Vencí el miedo a la operación y gané mucho más de lo que esperaba. Hoy, con mis dos implantes, finalmente me siento completa, agradecida, bendecida y con fuerza para vivir la vida”, concluye Virginia.

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