Padre de siete hijos y abuelo de 13 nietos, a los 78, Carlos Anderson comenzó una nueva vida. Decidió implantarse y, mientras sigue con su rehabilitación, disfruta de volver a escuchar a su ídolo, Antonio Tormo, y de mirar los partidos del club de sus amores, Boca Juniors.
Todo es tranquilidad y naturaleza en Conscripto Bernardi, al norte de Entre Ríos, ciudad donde nació Carlos Anderson y donde conoció y se casó con Noemí “Chiquita” Cabral. Allí también comenzaron la familia, a la que pronto se sumaron Dante y Dessi, los primeros hijos. Más tarde, y ya mudados a San Nicolás, llegarían los mellizos Diego y Carolina, Carla, Erica y Willy.
Recién a los 40, Carlos comenzó a tener problemas auditivos, a causa de una enfermedad degenerativa que, con el paso del tiempo, lo dejó sin poder oír.
“Su infancia, adolescencia y juventud fueron normales, pero desde que comenzó a perder la audición usó diferentes tipos de audífonos, hasta que dejó de oír por completo. En San Nicolás nunca nadie nos habló del implante hasta que, en marzo de 2019, la Dra. María Padulo nos explicó sobre de la posibilidad del implante”, cuenta Carla, una de las hijas.
Desde ese momento, su esposa, Chiquita, fue quien siempre lo acompañó y fue su conexión con el mundo exterior. “Ella comenzó con los trámites para poder lograr lo que ya nos parecía un imposible, que papá volviera a escuchar”, recuerda.
Luego de muchas idas y venidas, estudios y algunos inconvenientes en el camino la familia quedó a la espera del dispositivo pero vivió un golpe muy duro, el fallecimiento de Chiquita.
Cuando todo era angustia y desazón, un mes después de la partida de Noemí, llegó la noticia de que el implante estaba disponible.
“Fue una alegría inmensa para toda la familia y una luz de esperanza para él dentro de la tristeza que vivía por la ausencia de su compañera”, dice Carla. Y agrega que, como familia, “siempre estuvimos de acuerdo con su decisión de implantarse. No hubo de su parte duda alguna en realizarlo. El quería volver a escuchar y estaba decidido a realizarse el implante, estaba muy emocionado con la noticia y nosotros también. Si bien es un paciente de riesgo por sus patologías, estábamos convencidos de que pudiera tener una mejor calidad de vida, para él y para nosotros, su familia”, explica todavía emocionada la hija.
Motivado y poniéndole toda la garra, Carlos está rehabilitando de manera remota con la rehabilitadora Marcela Barros, siempre con la ayuda de Carla, que lo acompaña a sol y a sombra. “Algunos días escucha más que otros, el transcurso de la rehabilitación es largo, estamos muy agradecidos de poder coincidir con Marcela, quien es una persona encantadora con una energía única, que nos hace ver el camino de otra manera”, subraya.
De a poco, Carlos va notando los cambios, un día a la vez, y festeja sus pequeños grandes avances con entusiasmo. Como está jubilado, tiene tiempo para leer los diarios, salir a caminar y ver deportes por televisión, sobre todo los partidos de Boca, su gran pasión. También le gusta la música y suele cantar alguna de las canciones de Antonio Tormo.
Le encanta ir al campo, a su pueblo natal, Conscripto Bernardi, lugar donde también descansa su esposa. Allí tienen una casa construida no hace muchos años. Es su lugar en el mundo, donde se imagina sentado en la galería, escuchando a los pájaros cantar. Volver a escuchar es lo que lo mantiene esperanzado, sin importar la edad. Porque no hay momento para intentar volver a empezar.