Los jóvenes hermanos mendocinos padecen hipoacusia bilateral profunda y están implantados desde pequeños. Familieros, llenos de amigos y amantes de la vida al aire libre, comparten sus historias de lucha y perseverancia.
“Soy una mujer feliz, feliz”
A Clara le descubrieron su hipoacusia a los 11 meses aproximadamente, porque era una beba muy tranquila, dormía mucho y tenía algunas conductas extrañas. “Al principio mis papás pensaron que podía ser algo neurológico pero luego se dieron cuenta que el problema era puramente auditivo”, recuerda hoy, con 28 años.
“Cuando mis padres se enteraron de la posibilidad del implante yo tenía cinco años y viajamos a Buenos Aires. Inmediatamente nos pusimos en contacto con algunas familias que ya tenían chicos implantados, fue muy reconfortante ver a los chicos y charlar con los padres sobre sus experiencias. Esta búsqueda de información nos llevó un tiempo pero fue muy importante para tomar la decisión”, dice.
Recibida de técnica dental, trabaja y sigue perfeccionándose en congresos y jornadas sobre su especialidad, la joven asume que en todas las batallas que le tocó pelear, puso todo su esfuerzo. “Siempre fui una gran luchadora, con un corazón enorme, con muchísimas paciencia. Nnunca me voy a olvidar cuando mi mamá me mandaba al kiosco a comprar sola con tres o cuatro años y hasta que no volvía con lo que quería no me daba por vencida”.
Clara adora hacer manualidades, ver series, pasear con su familia en la montaña, juntarse con amigos y viajar. Aunque practicó varios deportes -básquet, tenis, hockey y pilates- esta materia no es su fuerte: “soy un poco vaga”, dice divertida.
Mirando hacia atrás, repasando cada etapa de su vida, está convencida de lo importante de haberse implantado. “Cuanto antes, mejor, por una cuestión de aprendizaje y maduración de cada uno, para facilitar tu vida. Hoy, trabajo, estudio, sigo teniendo amigos, manejo sola, hago lo que más me gusta que es ayudar a la comunidad sorda y soy feliz estando de novia con un chico oyente”, concluye. valentía y voluntad todo es más bello”.
“Con valentía y voluntad, todo es más bello”
Con el antecedente de su hermana mayor, a Juan Cruz, 23 años, le detectaron la hipoacusia bilateral profunda ni bien nació. Equipado con audífonos antes de los tres meses, comenzó con estimulación temprana más fonoaudiología dos veces por semana.
“En casa me hablaban todo el tiempo porque mis padres sabían que la mejor forma de estimularme era con ruidos, juegos, palabras, carteles (pegados por todos lados), con música, cantando y bailando, repitiendo una y mil veces hasta que por fin comencé a decir palabras, luego frases y ahora hablo de corrido. Toda la familia y amigos colaboraron muchísimo para lograr lo que soy ahora”, cuenta Juan Cruz.
Gracias a la experiencia que ya tenían con Clara, los padres comenzaron de inmediato los trámites para implantar al pequeño. Pero, como lamentablemente la obra social no cubría todo el valor de la cirugía y no los dejaban realizar el procedimiento en Buenos Aires, para poder implantarlo como su hermana en el Centro de Implantes Cocleares Prof. Dr. Vicente Diamante, amigos y familiares organizaron una rifa y así lograron juntar el dinero para viajar. Por fin la operación se realizó cuando tenía cuatro años recién cumplidos.
Desde la primera calibración, los padres notaron los cambios. “En mi mirada especialmente, mi mamá siempre me cuenta que cuando me encendieron el implante, Norma Pallares, mi audióloga, nos mandó a dar una vuelta para ver si estaba cómodo y mi expresión cambió para siempre, a partir de ahí fui siempre una persona ‘oyente’, salvo cuando se me rompe el implante o me quedo sin pilas y aprovecho para dormir todo el día”, agrega con un dejo de humor Juan Cruz.
Simpático, con personalidad fuerte “pero encantadora”, como le gusta definirse, la voluntad y las ganas de superarse siempre fueron su motor. Estudia arquitectura, trabaja y tiene amigos por donde pasa, por ejemplo, del fútbol, deporte que practicó y del que fue federado varios años.
Como buen mendocino, adora la montaña, ese es su lugar en el mundo. “Ahí reflexiono sobro mi vida y cargo energías positivas, espero algún día poder ser un arquitecto de montaña famoso por sus diseños”, sueña el joven estudiante.
Siempre con una sonrisa y con un presente y futuro más que promisorio, Juan Cruz se considera “como todas las personas, con o sin implante coclear, hago lo que me gusta, soy un hombre feliz. Con valentía y voluntad todo es más bello”.