“Se nace de nuevo al sonido, y, como un bebé, hay que aprender a reconocer los sonidos que nunca se oyeron o que se dejaron de oír hace muchísimos años”.
– María Rosa Iglesias, escritora.
Recibió su implante a los 63 años, acaba de editar su primer libro, “Aurelia quiere oír” y ya está terminando el próximo. Compinche de sus dos hijos y sus queridas nietas, está logrando cumplir sus sueños.
Del otro lado del Océano Atlántico, en Europa, más precisamente en Galicia, España, hace 73 años, nacía María Rosa Iglesias. Sin embargo, la familia decidió trasladarse a Buenos Aires y así es que la pequeña María, de 5 años cuando desembarcó en Argentina y con una otitis crónica que le quedó como secuela de un sarampión, creció en el barrio porteño de Floresta.
Aunque usó audífonos desde los 18 y los renovaba permanentemente para usar los más modernos, fue perdiendo la audición. A los 50 ya no había audífono que le alcanzara hasta que a los 63 decidió implantarse del oído izquierdo.
¿Qué cambios notó en su vida diaria? “Recuperé los sonidos. El ruido de la lluvia, de oír voces en la habitación de al lado, del agua goteando, del gas que sale de una hornalla mal cerrada. Recuerdo la felicidad de descubrir que los besos de mi nieta sonaban. Mi sorpresa al oír desde el primer piso de mi casa que el lavarropas ubicado en la planta baja estaba andando. Oía ladrar a los perros del vecino, empecé a reconocer tonos diferentes en las voces, a integrarme mejor en los grupos. Dado que es imposible operar el oído derecho, sólo tengo implante en el izquierdo. Pero ahora el mundo y la gente suenan más claros, menos distorsionados que con audífono. Y ya no me angustia el futuro de un silencio negro y total”, responde feliz.
Sociable y con muchos amigos de su edad, disfruta también el contacto con los amigos de sus hijos. “Me encanta la gente joven, escucharlos, conocer y participar de sus inquietudes. Pero no me gusta mucho salir de casa”, y así es que su rutina diaria le deja tiempo, además, para escribir, su gran pasión.
María Rosa, escritora
Aunque su familia era humilde, sus padres siempre la alentaron, al igual que a su hermano, a leer y estudiar. En su casa había libros que ella leía en tiempo récord. Su pasión por las letras la llevó a escribir y editar su primer libro: “Aurelia quiere oír”.
Aunque es un relato ficcional, con personajes y situaciones totalmente inventadas, “sí me apoyo en mi experiencia personal para relatar emociones y anécdotas referidas a la hipoacusia y la emigración. Muchas de esas anécdotas son reales. Pero ojo, le ocurren al personaje Aurelia, no a la María Rosa escritora. No intenté contar mi vida, sino las dificultades para reconstruirse después de pérdidas gravísimas: la de un sentido fundamental para la sociabilidad y el conocimiento y la de las raíces que nos ligan a una tierra, a un paisaje, a una visión del mundo, a los antepasados y familiares queridos”, dice.
Gracias a las repercusiones obtenidas, ya está terminando su próxima creación.
Aunque aún no está definido el título, es probable que se llame “Cómo aprendí a oír después del implante coclear”.
“Es un relato de mi día a día en la recuperación de los sonidos. Las confusiones, las ambivalencias y contradicciones, la problemática de los que no entendemos porque no oímos, los que no podemos porque no oímos, los que tememos porque no oímos, los que parecemos tontos porque no oímos, los que no recibimos atención porque no oímos. En fin, la de los que caminamos por la cornisa que nos une y separa tanto de los sordos como de los oyentes”, subraya al respecto.
Con un balance positivo de su vida y sus logros, María Rosa asegura estar feliz y agradecida de haberse implantado. “Se nace de nuevo al sonido, y, como un bebé, hay que aprender a reconocer los sonidos que nunca se oyeron o que se dejaron de oír hace muchísimos años.”
Es una gran luchadora, por eso se anima a alentar a quienes aún no se animan al implante.
“Tengan confianza en los médicos y en sí mismos, pasen del negro silencio, del ruido indiscriminado, del ´no puedo´, del ´me aburro´, del ´no entiendo´ al sí puedo, sí me divierto, sí entiendo. No es un cambio milagroso, no se oye enseguida: hay que aprender a oír. Como todo aprendizaje, requiere paciencia, ejercicio, perseverancia, ir a las clases de rehabilitación. Pero los resultados merecen ese esfuerzo. Se asombrarán de lo hermoso que suena el mundo. Así que repito: ¡atrévanse!”
Para quienes deseen conseguir un ejemplar de “Aurelia quiere oír”, pueden buscarlo en librerías de todo el país consultando de manera online.
Además, pueden escribrir opiniones y comentarios, o sus experiencias como hipoacúsicoa a la autora por email a mariarosaiglesias1407@gmail.com.