Así describe la docente María Guadalupe Iturrioz ese instante en el que volvió a conectarse con sonidos tan cotidianos como el correr del agua, la respiración ajena y el canto de los pájaros, en especial los teros. Con 32 años, la joven sueña con viajar a Australia con su cámara de fotos para conocer el lugar donde fabricaron su implante.
Creativa, inquieta, curiosa y, sobre todo, llena de vitalidad, María Guadalupe Iturrioz es profesora de teatro, vive en Esquel, Chubut, y acaba de recibir su diploma en recreación comunitaria. Con 32 años, lleva tres como usuaria de implante coclear y continúa descubriendo sonidos, siempre apoyada y contenida por sus padres, sus hermanos Juan y Facundo, su sobrino Lautaro, y toda su gran familia, distribuida entre Rosario, Buenos Aires y Córdoba.
Guada, como le gusta que la llamen, comenzó a escuchar un zumbido luego de una fiesta con música muy alta, a los 14 años. Fue perdiendo paulatinamente la audición hasta que le diagnosticaron hipoacusia neurosensorial bilateral profunda. Probó con ozonoterapia, para tratar de rehabilitar las células ciliadas dañadas hasta que comenzó a usar audífonos, allá por 2008, cuando estudiaba en Córdoba.
“En 2015 empiezo a dar clases de teatro en las escuelas, se me fue haciendo cada vez más difícil escuchar a los estudiantes y decidí hacerme el implante coclear. Me tomé una licencia y empecé a prepararme. Bajé mil cambios, comencé yoga y otras meditaciones que me ayudaron muchísimo. Unos días antes de la operación me pelé la cabeza entera, algo que quería hacer desde hacía mucho y registré el momento con un equipo de amigos que se coparon y se puede visitar en Facebook/Crónicas de un Implante Coclear”, cuenta la joven profesora.
¿Qué recuerda de los primeros sonidos que comenzó a escuchar? Lo describe como un momento memorable. “Estaba con mi mamá, mi papá y mi prima Popi. Fue un lío lo que escuchaba, las voces súper raras, tipo robóticas, como el pato Donald, y también como cañitas voladoras todo el tiempo. Me acuerdo que lo comparaba con algún festejo en Córdoba, en plaza España, con mucha pirotecnia. TODO me encantaba y me emocionaba mucho ese redescubrir, aunque al principio era poco nítido”.
Me cautivó volver a escuchar los teros y los pájaros en general, la respiración ajena, las llaves, los pasos al caminar, el chispero de las hornallas, el correr del agua en todas sus formas y sentidos, el tic tac del reloj, las teclas de la compu, las balizas o la luz de giro del auto, la comida cocinándose, el timbre del recreo…
Como buena docente, los fines de semana disfruta juntarse con amigos y familia, crear juegos y vivir esos tiempos de amor y más contención. Le gusta nadar y escalar. También adora viajar y registrar todo con su cámara. ¿Un sueño? Viajar a Australia para conocer en primera persona de dónde viene su implante y Kudi, su osito koala.
Luego de superar algunas complicaciones y poniéndole mucha garra a su rehabilitación –“siempre agradecida a mi fonoaudióloga Gabriela Mare, una genia total que me re acompañó y fue quien me dijo que yo era candidata a implante- “, Guada es muy cuidadosa en el momento de compartir una palabra para quienes están por implantarse. “Primero preguntarles sus nombres y cómo se sienten, saber qué les pasa, qué quieren, qué les gusta. Que se arriesguen, que se animen, ¡que hagan yoga! A la familia, que tenga mucha paciencia desde la amorosidad, el cuidado y el acompañamiento de tiempos posiblemente largos. Y que mejora la calidad de vida de quienes lo usamos, y estoy muy agradecida de eso”.
La joven patagónica se emociona cuando agradece, especialmente, a su familia, sus amigos y a los profesionales que le ayudaron en este camino hacia el sonido.